Entre líneas I – Un mundo feliz

Un mundo feliz.

El utópico destino al que la humanidad desea llegar. Un mundo en el que no hay guerras ni confrontaciones. Una sociedad donde el hambre y la miseria quedan alojadas en nuestras mentes como vagos recuerdos de una época pasada y hace tiempo olvidada. Un status quo donde no hay opiniones dispares respecto a nada. Una humanidad desenfadada y avanzada tecnológicamente a un nivel que nos parecería de ciencia ficción.

Un mundo feliz.

Éste pretende ser el futuro de nuestra especie y, aún estando en el siglo XXI, nos parece eso mismo, una utopía. Allá por 1932, Bernard Marx despertó un buen día y decidió que ya no quería seguir olvidando. Concluyó que quería decidir y no que decidieran por él. Junto con su compañera de viaje, Lenina, nos mostró su sociedad utópica y perfectamente estable.

Esa estabilidad venía dada en su mayor parte por el soma. Una droga con origen en la India brahmánica. Un fármaco que todo ser perteneciente a esta sociedad tan turbiamente perfecta, ha de consumir cuándo se encuentre deprimido o estresado. Una vía de escape.6161320456_0b069938af_z

Al fin y al cabo, es lo que queremos todos pero…¿Hasta dónde debemos sacrificar nuestra individualidad para el avance y proliferación de la tecnología? ¿Hasta dónde hemos de llegar para la búsqueda de placeres desenfrenados y ser seres cada vez más deshumanizados?

Así nos plantea Aldous Huxley el comienzo de un camino vertiginoso por una sociedad totalmente estratificada y esclava de un sistema de castas que sería envidiado por ciertos dirigentes políticos y empresarios de la actualidad.

En este mundo colmado de felicidad, la natalidad está totalmente controlada. Los ovarios y espermatozoides de la población son recogidos y «sembrados» en los Centros de Incubación y Acondicionamiento dónde se diseñan seres humanos acondicionados a la vida que están destinados a llevar. Cada uno está diseñado para el tipo de trabajo que ha de desempeñar en esta cárcel de puertas abiertas dónde todo el mundo es feliz y nadie quiere salir. Cada uno de esos individuos es sometido, una vez que su «nacimiento» tiene lugar, a una educación mediante el sueño, gracias a la cual, se termina de desarrollar y encajar ese ser en el sistema de castas que domina toda esta sociedad distópica. Así se elimina cualquier creatividad artística, se elimina el amor y se eliminan sentimientos individualizados que pudieran diferir de lo estipulado según tu ascendencia genética.

Evidentemente, no podía ser de otra manera. Esta sociedad que el autor nos presenta tan perfecta, está dominada por un sistema clasista en el que existen 5 rangos fundamentales: Alfas (inteligencia suprema que gobierna las fábricas y que a su vez se subdividen en 3 subgrupos), Betas (de inteligencia similar a los Alfas pero situados un escalón social por debajo), Gammas (enfocados a realizar trabajos de riesgo medio y tareas repetitivas), Deltas (producidos en masa y carentes de individualidad, son la mano de obra más producida) y Epsilons (aquellos que ni saben leer ni escribir y que son producidos para los trabajos más pesados y perjudiciales posibles). Cada uno va siempre vestido de un color determinado (gris, rojo, verde, blanco y negro, respectivamente) y todos ellos adoran a Ford hasta un límite de que el año 0 de su calendario es el 1908, año en el que se realizó el primer Ford Modelo T.

Espero que después de leer el párrafo anterior, ya os hayáis dado cuenta (si no lo habíais hecho antes) de que esta novela escrita por Huxley a comienzos del siglo pasado tras volver de un viaje a Estados Unidos, caricaturiza la absurda sociedad que comenzaba a instalarse en los países desarrollados y que amenazaba con expandirse al resto del planeta, convirtiéndose así en uno de los primeros gritos en contra de la globalización mundial.

Desde aquí os invito a que os sumerjáis en un mundo en el que todos los problemas se solucionan con Soma. Un mundo en el que un parto natural está igual de mal visto que un asesinato. Un mundo dónde los «salvajes» que viven en algunas reservas son los únicos que siguen viviendo como lo que realmente son: humanos. Un mundo que provoca el despertar de Bernard Marx para que éste, junto con su compañera Lenina (claras referencias al sistema soviético), os guíen en un viaje por lo que podría ser perfectamente un posible futuro de nuestra sociedad, cada vez menos individualizada. Un mundo creado en 1932 y que hoy en día, sigue sorprendiendo a cualquiera que se atreva a adentrarse entre sus páginas.

En definitiva, un mundo feliz.

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