Cai Story

Seguro que mi generación, esa que se crió rebobinando cintas de casete con lápices de grafito y para la que el discman fue toda una revolución, recuerda perfectamente la película Toy Story.

Para aquellos que no tuvieron la «suerte» de nacer en los años 80, este largometraje de animación cuenta la historia de unos juguetes que se ven completamente desplazados cuando llega a su hogar el último regalo que le han hecho a su dueño. Es un juguete nuevo, de última generación, que ridiculiza a esos juguetes raídos que el niño guardaba desde su tierna infancia y que, inevitablemente, quedan a un lado.

Ahora en Cádiz, nuestra ciudad, mi generación se siente olvidada como esos juguetes viejos y usados. Nos está desplazando la subida del precio de la vivienda potenciada por la llegada de una nueva burguesía turística (la gentry); nuevos juguetes modernos con virtudes mucho más apetecibles para nuestra niña, la Tacita de Plata.

Los nuevos caprichos de la niña bonita de Occidente llegan desplazándonos a todos aquellos que ya no servimos a sus menesteres. Antes nos permitía quedarnos, si nos portabamos bien y no hacíamos demasiado ruido, con algún rinconcito escondido entre sus murallas. Ahora ella solamente piensa en engalanarse, sacarse brillo y ponerse guapa para estos nuevos vecinos, lo que supone que nuestros escondites entre troneras y baluartes desaparezcan.

Nosotros nos conformábamos con la clásica caja de juguetes, donde vivíamos todos juntos compartiendo patio, azotea y tendedero. Los nuevos vecinos no son así. No quieren compartir caja. Prefieren aislarse lujosamente, con la menor interacción posible con el resto de juguetes. Ellos quieren un sitio más tranquilo donde descansar cuando Cádiz se cansa de jugar con ellos o, mejor dicho, cuando ellos se cansan de jugar con Cádiz.

Y Cádiz, complaciente como siempre, se lo otorga. Nuestra niña sucumbe a sus deseos. Ya no le interesamos y tendremos que buscar una nueva dueña que sí quiera jugar con nosotros. Ya casi no podemos permitirnos el coste de vivir en NUESTRA ciudad.

Poco a poco se va haciendo imposible que nosotros, muñecos pasados de moda y sin nadie que requiera nuestros servicios, podamos permitirnos el coste de estos nuevos áticos y apartamentos que van sustituyendo a las casas de antes, las de siempre. No tenemos dónde guardarnos. Y ya sabéis lo que pasa cuando los juguetes no se guardan; acabaremos todos en la basura o nos llevarán a la parroquia.

Pues yo no quiero acabar en la basura. Yo no quiero que me lleven a la parroquia. Yo no quiero que me regalen a la hermana pequeña, se llame San Fernando, Chiclana o el Río San Pedro. Yo solo quiero que Cádiz siga queriendo jugar conmigo.
Texto: J. A. Jarillo

– Artículo publicado el 03/06/2017 en el semanario de CádizDirecto –

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.